¿Qué me importan del mundo las penas,
Y doblada tener la cerviz?
¿Qué me importa si esté en cadenas
Si me espera una patria feliz?
Resignado, tranquilo y dichoso,
De la aurora me encuentra la luz,
Porque sé que Jesús bondadoso
Por su pueblo ha expirado en la cruz.

Y del preso las horas se ahuyentan
En gratísimo y blando solaz.
Con la Biblia mis males se ausentan.
De la dicha me encuentro capaz.
Libro santo, mi estancia iluminas,
Nunca, nunca te apartes de mí,
Que aprendiendo tu bella doctrina
No hay males ni penas aquí.

Evangelio sublime, adorado,
Bello pacto de amor sin igual,
Quiero siempre tenerte a mi lado
Y mirarte cual puro fanal.
Aunque esté moribundo y rendido
El que acude con fe al Salvador,
En cualquier circunstancia es oído
Y aceptado con férvido amor.

Etiquetas: